Los hechos verdaderos de la Masacre de Trelew que se han destapado después de casi 40 años demuestran claramente quienes fueron los verdaderos enemigos de la Argentina. Los hechos no sólo ponen a la luz la cobardía de la marina sino es un alivio saber que estos hombres que dominaban una vez al país no están más en el poder.
Aunque es cosa buena y saludable que Argentina haga un psicoanálisis histórico sobre su sombrío pasado, los hechos viles de la época de la llamada guerra sucia ponen énfasis a la importancia de procesar y encarcelar a todos aquellos que cometieron crímenes de lesa humanidad, sean de las fuerzas de “seguridad,” grupos izquierdistas o paramilitares.
Hasta que no haya justicia y hasta que no se sepa toda la verdad, en cada argentino seguirá viviendo la guerra sucia.
Van a pasar muchas generaciones antes que las heridas se curen por esa época tan incomprensible. “Hacer patria” no es quedarse callado ni aceptar en silencio los hechos – es levantar la voz y traer a la luz lo que pasó. Se lo debemos a futuras generaciones de argentinos y latinoamericanos.
Yo hice la conscripción en 1977-1978 en el ejército. Nunca maté o reprimí a nadie aunque fui parte de un estado terrorista. Como muchos que vivieron esa época, esa experiencia cambió mi vida para siempre. Aunque han pasado 30 años, todavía sigo escuchando los gritos apagados de las víctimas de la guerra sucia. También están aquellos que no desaparecieron, como nosotros, que seguimos sufriendo por ellos.
Pero es una mentira que alguien haya “desaparecido” porque si lo pensás bien, cada uno de ellos están dentro de nosotros reclamando justicia.